miércoles, 21 de abril de 2010

Samaranch: El final de su tiempo

Ha muerto Juan Antonio Samaranch. A los que verdaderamente nos gusta el deporte (el de verdad, no el que venden los medios de comunicación españoles hoy en día), hoy es un día de gran luto, por todo lo que hizo Samaranch por esta nuestra pasión. Con tan avanzada edad, nos deja con 89 años, muchos nos temíamos que, como el dijo en la presentación de la candidatura de Madrid a los Juegos del 16 en Copenhague el pasado octubre, estuviera en el final de su tiempo. Pero aún así, sorprendía la vitalidad que mantenía pese a su edad, y pese a haber tenido una vida de tan intenso trabajo. Quizás el secreto de haber estado a punto de cumplir 90 años (los habría hecho en junio) es precisamente el no haber parado ni siquiera un momento. Hasta el domingo, día en el que ingresó en el hospital, realizó sus ejercicios de gimnasia diarios, rutina que mantenía de forma inquebrantable.

Hace unos años, Juan Antonio Samaranch publicó sus "Memorias Olímpicas", donde recogía los entresijos que había vivido durante 21 años al frente del Comité Olímpico Internacional. Una de las historias más curiosas es aquella de cómo el pueblo de Barcelona se volcó para conseguir los Juegos del 92. Tras varios fracasos anteriores, la Ciudad Condal se marcó el objetivo como prioritario, y no sólo el pueblo, sino todos sus dirigentes se involucraron al máximo en la causa. Hasta tal punto que en una cena servida a los miembros del Comité Olímpico Internacional, antes de ser designada sede, el mísmisimo Joan Gaspart se puso el traje de camarero para servir él mismo a los miembros del COI, en una cena celebrada en la cadena de hoteles de la que era dueño. La familia olímpica alucinaba con tal implicación.

Dice también la historia, no así sus Memorias, que la elección de Barcelona como sede de los Juegos en Octubre del 86, fue la reválida de Samaranch al frente del CIO, como él siempre denominaba al máximo organismo del deporte internacional, por sus siglas en francés. Se dice, se cuenta, que si aquel día de octubre, no hubiera sido escogida su ciudad, habría presentado la dimisión, porque lo consideraba como un rechazo a su propia gestion en el COI. Sin embargo, el COI confió en la ciudad natal de su Presidente, y el resto es una preciosa historia. De cómo una ciudad mediterránea supo presentarse al mundo no sólo a sí misma, sino a todo un país, como sede del mayor evento deportivo mundial, que, a partir de aquel momento, nunca volvió a ser igual.

Cuando Samaranch llegó a la presidencia del COI en 1980, en Moscú, el mismo lugar donde le dio el relevo al belga Jacques Rogge 21 años después, los Juegos Olímpicos eran un evento decadente. Se dice que incluso su fin estaba cercano. Al igual que en 1896 el Barón Pierre de Coubertain (él y Samaranch son los dos nombres clave de la historia olímpica) recuperó en Atenas los Juegos de la Antigüedad, Samaranch supo revitalizar el evento con una fuerza inusitada. Por ejemplo, para ser sede de los Juegos de 1984 sólo se presentó una ciudad: Los Ángeles (que lo intentaba por tercera vez consecutiva). Cuando se celebraron los Juegos del 92, la selección de basket de Estados Unidos reunió al mejor equipo de basket que podría juntarse jamás sobre la tierra. Y para ser sede de los Juegos del 2012, una vez ya había dejado la presidencia, las ciudades finalistas a acoger los Juegos eran Londres, París, Nueva York, Moscú y Madrid. Casi nada.

La era de Samaranch al frente del COI tuvo algunos puntos negativos, de los que supo crecer y hacer aún más grande al propio COI. Como por ejemplo, la descalificación de Ben Johnson en la final de 100 metros lisos de los Juegos de Seúl'88, tras un duelo épico con Carl Lewis. Aquel momento fue el inicio de la verdadera lucha contra el dopaje en el mundo, no sólo olímpico, sino del deporte. Y por otra parte, el escándalo de los sobornos para la elección de Salt Lake City como sede de los Juegos de Invierno del 2002. Aquellos hechos, que llevaron incluso a Samaranch a declarar ante la justicia americana, llevaron a refomar el sistema de elección de las sedes de los Juegos: sólo unos pocos miembros del COI, la llamada Comisión de Evaluación, podría ver in situ las ciudades. Con lo cual, se ganaba transparencia.

Cada presidente del COI intenta dejar su legado. El sucesor de Samaranch, Jacques Rogge, dejará para la historia que bajo su mandato se concedieron por primera vez los Juegos a una ciudad sudamericana, Río de Janeiro, que organizará los del 16; y la creación de los Juegos Olímpicos de la Juventud, cuya primera edición, de verano, se celebrará el próximo agosto en Singapur. Por parte de Samaranch, además de los hechos ya referidos, podemos apuntar que en su último servicio como Presidente del COI (desde aquel momento aún fue Presidente de Honor del organismo), los Juegos del 2008 se concedieron a Pekín, la capital de un país comunista como China. Y también supo revalorizar la marca de "Juegos Olímpicos" separando los de Invierno y los de Verano, que hasta entonces se disputaban en el mismo año natural, para pasar a disputarse en años pares alternos.

A Samaranch le gustaba el deporte. E hizo todo lo que pudo por él, la mayor parte con gran éxito. Incluso todavía hoy en día, era una figura clave dentro de la familia olímpica. Por eso ese desgarrador "estoy al final de mi tiempo" que pronunció en la elección de la sede de los Juegos del 16, pidiéndole a la comisión del COI que otorgara aquellos Juegos a Madrid. Samaranch participó de forma activa en aquélla elección porque así se lo pidió Alberto Ruiz Gallardón, el alcalde de Madrid. Pero sólo su hijo, miembro también de la familia olímpica, sabía que iba a pronunciar esas palabras. Su hijo había visto en medios internacionales que uno de los factores que podían decantar la balanza a favor de Madrid era la intervención de Samaranch. Se lo enseñó a su padre, que decidió dar el paso. Pero no se lo contó a nadie. Por todo eso hoy es un día de luto. Porque ha muerto el hombre que supo transformar, incluido su significado, el movimiento olímpico.

A nivel nacional, está en el club de los pioneros. El de Ángel Nieto, Seve Ballesteros, Paquito Fernández Ochoa, Manuel Santana o Federico Martín Bahamontes. Y por su relevancia mundial, muy posiblemente por encima de todos ellos.

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