viernes, 5 de octubre de 2007

Y Lewis se salvó...

El departamento de milagros al que hacía referencia Lobato el otro día en Marca, todavía no se ha puesto en marcha. Parecía que el cielo se abría por fin después del aguacero de Japón con el vídeo de ese aficionado que dejaba en evidencia (un poco más si cabe) a Lewis Hamilton. Pero el británico sigue teniendo esa especie de aureola, tanto personal como a su alrededor, que le libra de todos los problemas.
Hamilton ha estado inmerso está temporada en numerosos problemas y escándalos de los que ha salido inmune e impune de forma casi milagrosa. Ha conseguido acabar todas las carreras, la mayoría en el podio; y ha conseguido esquivar todos los golpes posibles, tanto dentro como fuera de la pista. Además de esa aureola, ha construido un escudo protector a su alrededor.

En principio, sólo estaba su padre para defenderle, pero poco a poco se sumaron a él los miembros de la escudería McLaren, los comisarios (cuando rescataron su coche de la puzzolana en el GP de Europa) y hasta la propia FIA. Y sino, recordemos la sanción a Alonso tras la calificación del GP de Hungría.

Lo dicho, se ha creado tal escudo que ahora mismo es muy complicado que le hagan daño, tanto a nivel personal como a nivel deportivo. Por lo tanto, que hoy Hamilton se haya librado de una sanción que sería casi segura para cualquier otro piloto de la parrilla, ya no extraña en el paddock.

Que Hamilton tenga una aureola y protección a nivel personal no implica mayor problema, todo es cuestión de relacionarse o no con él. El problema es que la aureola que tiene a nivel deportivo siga creciendo. Durante muchos años, la Fórmula 1 tuvo un ojito derecho predilecto: Michael Schumacher. El alemán fue sancionado en contadas ocasiones, y cuando las evidencias eran imposibles de ocultar (el choque con Villeneuve en Jerez'97, la parada en la Rascasse en Mónaco'06,...). Fuera de esas situaciones, Schumacher tenía una especie de protección por parte de la FIA.

El llamado a ser sucesor del alemán, Fernando Alonso, siempre se ha caracterizado por rebelarse, tanto dentro como fuera de la pista, y seguir sus instintos. Y eso hace que no cuente con el respaldo de las autoridades de la Fórmula 1. Además, ha llegado Hamilton para adoptar ese papel de protegido a la perfección: un piloto inglés, es decir, de la cuna de la Fórmula 1 en uno de los equipos más clásicos de la Fórmula 1 (y que menos problemas habían dado hasta el escándalo de espionaje de este año). Esperemos que la aureola de Hamilton deje de crecer antes de que tenga el mismo poder interno que tenía Schumacher en la Fórmula 1, lo que hizo que en algún momento se dañara la imagen de este deporte. Y sino recordemos como el kaiser no fue sancionado por su parada en la Rascasse hasta 10 horas después de la clasificación.

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