Han pasado casi 48 horas desde que Jacques Rogge, el presidente del COI, anunció que su organismo concedía el honor y la responsabilidad de organizar los Juegos Olímpicos de Verano del 2016 a la ciudad de Río de Janeiro. Desde entonces, se han sucedido todo tipo de análisis de por qué ha ganado Río y por qué ha perdido Madrid (como si fueran cosas independientes), y lo que es más curioso, de repente todo el mundo sabe de Olimpismo.
El mejor ejemplo que se está poniendo estos días para saber cómo funciona la Asamblea del COI son los cónclaves vaticanos en los que se reúnen los cardenales de todo el mundo para elegir un nuevo Papa. Ambos son club selectos, donde no se accede por méritos objetivos, sino por invitación, o por votación en algún caso (los deportistas que forman parte del COI). Y esos miembros, llegados el caso, votan lo que les da la real gana.

Centrados en la Asamblea del COI, durante estos días en Copenhague, todo el mundo les hace reverencias a su paso, porque cada voto cuenta. Luego, de aquí a la siguiente cita, todo el mundo se olvida de ellos. Ya dije aquí el viernes, que si nos quedábamos únicamente con las presentaciones finales, Río era la que más se merecía los Juegos. De hecho, una encuesta en la web del Corriere della Sera, efectuada una vez finalizadas las presentaciones, clavó el resultado final: Río, Madrid, Tokio y Chicago.

Es indudable que Madrid ofrecía un gran proyecto, y que nos podríamos haber llevado los Juegos perfectamente. Pero a Madrid le faltaba un gancho, un tirón que decantara votos. Chicago tenía el factor Obama, el factor de unos Juegos en Estados Unidos, y el factor de la pasta que cada 4 años paga la tele americana al COI por los derechos de los Juegos. Tokio, también con un inmejorable proyecto, tenía como ganchos el factor tecnológico, de innovación, y la apuesta por el desarrollo de los Juegos en un entorno sostenible. Y por último Río, tenía los atractivos de mayor peso: además de unos Juegos completamente realizados en la misma ciudad, sin subsedes, aunque en varias áreas; era claro el factor Sudamérica. Ya lo dijo Lula el viernes, eran los Juegos de toda Sudamérica. Y si a eso le sumamos las playas brasileñas, el final de la Maratón en el Sambódromo,...

Madrid no tenía ninguno de esos ganchos, sólo su proyecto. El único gancho de Madrid fue Juan Antonio Samaranch, al que nadie imaginó nunca pidiendo unos Juegos para su país tal como lo hizo, apelando al final de sus días. El otro podría ser el Rey, y la trayectoria olímpica de toda la Familia Real, pero este cartucho se gastó durante poco tiempo, sólo en Copenhague. Viendo una carrera olímpica tan igualada, y competida, el Rey debería haber viajado más a promocionar la candidatura (como ha hecho Lula), y no dejar esta labor exclusivamente para Gallardón y compañía.
A la hora de hacer análisis, Gallardón es la víctima favorita. Como si la candidatura de Madrid fuera una cosa exclusivamente suya. Es cierto que cuando a Gallardón se le mete algo entre ceja y ceja no para hasta conseguirlo, pero una candidatura olímpica no se pone en marcha por iniciativa individual. Este es el momento apropiado para cebarse con él, en especial ciertos programas, contertulios, cadenas, que ahora de repente "saben" de Olimpismo (Intereconomía TV, La Noria en Telecinco, Losantos,...), sólo para vomitar e intentar empañar la trayectoria de uno de los políticos más respetados de este país, que ganaría de calle unas elecciones a Presidente del Gobierno fuera cual fuera su rival. Sino fuera por él, Madrid podía haberse ahorrado directamente los viajes a Singapur y Copenhague. Al menos él tuvo a Madrid en la lucha y con altísimas opciones.

De repente, nos hemos dado cuenta que Rogge nos engañó. Qué cosas. Resulta que ahora hemos descubierto que todo estaba "amañado" para que los Juegos fueran a Sudamérica, y que Rogge nos convenció para presentarnos aunque sabía que no teníamos opciones. Gallardón fue a ver a Rogge a Lausana, y le preguntó si realmente lo de la rotación de continentes se cumplía. Rogge le dijo que no, que no tenía nada que ver, y que Madrid podía llevarse los Juegos, ojo, COMO CUALQUIER OTRA CANDIDATURA. Porque en estos análisis posteriores, este "el COI (o Rogge) nos ha engañado" está sonando a "el COI/Rogge nos prometió los Juegos a nosotros" y ahora se han ido a Brasil.

Si Madrid se presentó fue, literalmente, porque le dio la gana. Se presentó a una elección olímpica donde ya conocía, por la experiencia para los Juegos del 12, que cualquier cosa puede pasar, y que la Asamblea del COI es impredecible. Y más aún, cuando van cayendo eliminadas las diversas ciudades. En primera ronda cayó Chicago, pero ¿y si en esa primera ronda cae Río?. La diferencia de votos en primera ronda fue de los 28 votos de Madrid a los 18 de Chicago, con lo cual todo puede variar según quién caiga eliminada.
Madrid ha tenido una base, la misma que tuvo en Singapur, pero no es suficiente. Lo que decía más arriba: podemos tener los votos de base suficientes, por uno u otro motivo (criterios más objetivos), pero luego no tenemos ningún gancho que nos haga pescar los votos que van quedando libres. Porque hay que pensar que las votaciones se desarrollan en escasos 20 minutos, y cuando cayó Chicago, los miembros que votaron por esta ciudad, debieron decidir en menos de 5 minutos a quién reorientar su voto. E igual cuando cayó Tokio. Río tenía muchos más ganchos a simple vista que Madrid por los que dar el voto (y sólo hace falta ver el resultado final, 66 a 32).

Madrid debe sacar como conclusión que puede organizar unos Juegos. Se ha visto en sus proyectos, para el 12 y para el 16, y se ha visto en que ha tenido un notable apoyo en la Asamblea del COI en ambas ocasiones, al menos para no caer en primera ronda haciendo el ridículo.
Quizás el mayor problema de Madrid esta vez ha sido pasar a la final. Desde que supimos que Tokio era la segunda eliminada hasta que Rogge pronunció el nombre de Río, el pesimismo que acompañó la última parte de esta aventura olímpica (por lo díficil que se veía conseguir la nominación), se transformó en un optimismo exagerado, en un "como no vamos a ganarle a Río si tenemos mucho mejor proyecto que ellos". Pero como ya he dicho en la Asamblea del COI 2 más 2 no son 4. NUNCA.

Si las votaciones hubieran seguido el guión más extendido, el de que Tokio caía a la primera, Madrid a la segunda, y los Juegos se los disputaban en la final entre Río y Chicago, la decepción hubiera sido menor. Pero claro, si Chicago, con el todopoderoso Obama, cae a la primera, ya podemos ir sacando billete para recoger del alcalde de Londres la bandera olímpica en la ceremonia de clausura de los Juegos del 12.
Del todo a la nada. O mejor dicho, de la nada (llegábamos a Copenhague sin opciones), al todo (tras perder en la final, Rogge nos ha engañado). Habría que hacer más caso a los que de verdad entienden de ésto, sólo Alejandro Blanco, presidente del COE, clavó el guión de las ciudades eliminadas y de quién se jugaba los Juegos. Y ahí él sabía que quién más opciones tenía era Río.

La gran ocasión de Madrid fue en Singapur, cuando estuvo a punto de dar la sorpresa monumental de llevarse los Juegos del 12. Que Río se los lleve ahora no ha sido una sorpresa. Allí al menos tienen playa.
Ahora el debate es si Madrid debe presentarse a los Juegos del 2020. Lo analizaremos. Para empezar deberíamos hacer más caso al movimiento olímpico día a día y no sólo cuando hay Juegos de Verano o cuando una ciudad española está implicada en conseguir unos Juegos. (Pregunta de Trivial: ¿En qué ciudad eligió el COI a Pekín como sede de los Juegos de 2008?)
En el próximo mes de febrero, en Vancouver, hay unos Juegos Olímpicos de Invierno. Aunque no tengamos muchas opciones de medalla, allí estarán todos los miembros del COI, por lo que allí se puede empezar a hacer lobby. Y también el año que viene, se disputarán los Primeros Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur (¿alguien lo sabía?). En conclusión: mientras a los periódicos editados en la misma ciudad que lucha por los Juegos les importe más si un jugador de un equipo juega o no el sexto partido de una competición de 38 encuentros que la propia elección olímpica, pues la ecuación es clara, NO NOS MERECEMOS LOS JUEGOS.
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